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El azar os hará libres

Una veintena de investigadores han desarrollado un generador de números genuinamente aleatorios, incertidumbre en el sentido científicamente estricto que requiere la seguridad de las comunicaciones

Desde la izquierda, Jasper Palfree, Gautam Kavuri y Lynden Shalm, investigadores del equipo que ha desarrollado un generador de números aleatorios en el Instituto Nacional de Estándares y Tecnología (NIST por sus siglas en inglés) en Boulder (Colorado).
Javier Sampedro

Los humanos detestamos el azar. Nos gusta creer que tenemos el control de las cosas, y los sucesos impredecibles nos dejan humillados o desmoralizados, nos revelan que estamos en manos de fuerzas oscuras sobre las que carecemos de jurisdicción. Pero esta actitud es injusta, porque somos producto de lo impredecible —sin el azar seguiríamos siendo microbios en una charca—, y porque el azar sigue teniendo un papel esencial en nuestra biografía.

Ahora lee con atención. Gautam Kavuri y Lynden Shalm, del Instituto Nacional de Patrones y Tecnología en Boulder, Colorado, junto a 21 colegas (entre ellos Carlos Abellán, de Quside Technologies en Barcelona), han desarrollado un generador de números genuinamente aleatorios, por oposición a los números aparentemente aleatorios que hemos utilizado hasta ahora. Esto es azar en el sentido física y matemáticamente estricto que requiere la seguridad de las comunicaciones. Más aún, el nuevo sistema permite una trazabilidad completa y una comprobación sistemática de que los resultados son estrictamente impredecibles. Esta garantía es una innovación importante para el futuro inmediato. Y tal vez también para la filosofía.

Cuando hablamos de azar, es obligado mirar a la naturaleza cuántica del mundo. La física cuántica es a la vez certeza y azar. Si dos partículas entrelazadas salen pitando en direcciones opuestas, recorren todos los kilómetros que quieras y después mides sus propiedades, tienes la certeza de que, digamos, si una apunta para arriba, la otra apunta para abajo. Eso es determinista. Pero que una de las partículas apunte para arriba o para abajo es estrictamente aleatorio. Es impredecible por definición, no porque seamos torpes y no sepamos verlas venir, sino porque la naturaleza funciona así. No espero que lo entiendas —es imposible—, sino solo que lo aceptes como un hecho probado una vez y otra hasta la saciedad, como hemos tenido que hacer todos.

Los físicos de Boulder han aprovechado esos principios de una forma ingeniosa y eficaz que idearon en 2018. Generan pares de fotones entrelazados, de modo que cada fotón de un par sale disparado en sentido opuesto al otro y recorre 50 metros antes de medir sus propiedades (con dos detectores separados 100 metros). En vez de 50 metros se podrían mandar a los dos extremos de la galaxia, pero sería poco práctico. Mientras sigues disparando fotones, lo importante es que el chorro de estados que detectas es genuinamente aleatorio, puesto que ni siquiera existía antes de que tú midieras cada fotón. Hasta entonces, el fotón estaba en una superposición de los estados posibles. El resultado es un azar cristalino, filosóficamente puro.

La trazabilidad, o posibilidad permanente de auditar los resultados, se basa en una técnica que lleva unos años acumulando mala fama: la blockchain que subyace al bitcoin y las demás criptomonedas. La blockchain no es la culpable de las estafas que proliferan con estas divisas fantasmagóricas: es solo lo que impide robarlas sin dejar rastro. Los estafadores no son algoritmos, sino personas, y a veces muy conocidas. Como demuestra el caso que tratamos, la blockchain es una herramienta muy útil para auditar cualquier transacción. Si haces trampa, dejas tu ADN en el lugar de los hechos.

No hablamos solo de la seguridad de las comunicaciones —incluyendo las tuyas con tu banco—, sino también de los números aleatorios que se usan todo el rato en loterías, selección de jurados y asignación de pacientes en los ensayos clínicos de doble ciego, en los que ni el paciente ni el médico deben saber si están usando el fármaco o el placebo.

La Universidad de Colorado en Boulder ya ofrece un servicio público de generador de números aleatorios que pueden usar todos los bancos, las empresas y los particulares que los necesiten. Es un buen ejemplo de ciencia pública al servicio de la sociedad. Está bien conocer alguno de vez en cuando.

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