El barco se tambalea, pero las ratas sobrevivirán
Observo los caretos y la actitud de unos tales Ábalos, Koldo y Cerdán. Y me digo: somos casi siempre lo que parecemos


“Todo esto da asco, no escribiré más”. No hablaba del gobierno de su país ni tampoco conoció a Pedro Sánchez. Lo cuenta en ese libro impresionante titulado El oficio de vivir un tipo llamado Cesare Pavese. Su última catástrofe sentimental debió de empujarle a meterse un frasco de lejía en un hotel de Turín. Y siento una compasión, y también iración absoluta hacia su talento, por esa solución radical en un fulano que sentía, pensaba, escribía con la inteligencia, la complejidad y la credibilidad de un artista. Y también vuelvo a ver la copia digitalizada de una antigua película titulada Léolo, poesía tan rara como desoladora, con ese niño de Montreal empeñado en que le llamen Léolo y que repite abrumadoramente: “Porque sueño no estoy loco”.
Y contrasto esa escritura y ese cine tan áspero, tan lírico, tan de verdad, con la grotesca imagen de un fulano, presidente de Francia, de esos pavos elegidos por la votación de la gente, que resultan clarividentes cuando les pillan en un marrón. Se llama Macron. Su señora le está dando de hostias en un avión. Se abre la puerta. Y los brazos de esta le bombardean la cabeza. Él percibe con celeridad que le están grabando las cámaras. Y en un segundo exhibe rotundamente para ellas una sonrisa de plástico. Y recuerdo la agresiva portada de un disco de mi amado Leo Ferré en la que aparecía una pintada callejera con esa frase tan antidemocrática e inútilmente anarquista de “Vota gilipollas”.
Y veo algo aún peor que el falsario gesto de Macron. Es a un fulano convenientemente maquillado, con expresión tétrica, que pide perdón a la ciudadanía por haberse equivocado con sus íntimos colegas, los más poderosos detrás de él. Pero también que ni Dios le va a mover de su trono. Y observo los caretos y la actitud de unos tales Ábalos, Koldo y Cerdán. Y me digo: somos casi siempre lo que parecemos. Uno va de chulo con estilo, el otro de hombre humilde y razonable, el tercero es francamente excesivo, parece una caricatura. Y el jefe de la gran movida se siente engañado por sus ángeles traidores. Y las ratas que le amaban, pensando cómo se pueden salvar del naufragio. Las más listas siempre encontrarán acomodo. En cualquier régimen.
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