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La cifra de desplazados en el mundo crece a menor ritmo por los retornos voluntarios y las deportaciones

Unos 123,2 millones de personas vivían refugiadas lejos de su hogar en 2024, el doble que hace una década, pero Acnur detecta un ligero cambio de tendencia en los últimos meses

Un niño ayuda en la reconstrucción de una vivienda en Al Qaryatayn, en el este de Siria, el pasado 3 de junio.
Lola Hierro

Algunos medios de comunicación árabes difundieron hace unos días una noticia inusual: el cierre de un campo de refugiados en Rukban, una localidad jordana muy cerca de la frontera con Siria, donde hasta 100.000 personas llegaron a malvivir en lo que el ministro de Información del nuevo Gobierno sirio, Hamza Almustafá, describió como “un triángulo de la muerte que fue testigo de la crueldad del asedio y el hambre”.

La clausura de este asentamiento no solo ha significado la libertad para miles de sirios: también representa una de las realidades que describen el momento actual de los desplazados en el mundo: Por primera vez en más de una década se ha ralentizado el aumento del número de quienes se ven obligados a huir de sus hogares. Es solo un 1%, entre enero y abril de 2025, que es hasta donde llegan los últimos datos del Alto Comisionado de la ONU para los refugiados (Acnur), que este jueves publica su informe anual sobre desplazamiento, pero supone el primer cambio en una tendencia que siempre bate récords. La razón principal: el retorno a los países de origen.

Lejos de considerarlo una buena noticia, Acnur señala que nada debe empañar el hecho “inaceptable” de que en 2024 se registrara de nuevo un máximo en el número de desplazados y refugiados el mundo: 123,2 millones, el doble que hace una década y un 6% más que en 2023, aunque el pasado abril se hubiera reducido a 122,1 millones de personas por ese cambio de tendencia. Además, la disminución solo se ha registrado entre la población refugiada, pues los desplazados internos —quienes tienen que huir de su hogar, pero no llegan a cruzar las fronteras de su país— sí que aumentaron, hasta los 73,5 millones a finales de 2024.

La portavoz de Acnur en España, Paula Barrachina, advierte que no debe dejar de mirarse la otra cara de la noticia: “La disminución se explica en parte porque el año pasado hubo 1,9 millones de personas que, o bien regresaron a su lugar de origen, o fueron reasentadas en un tercer país, u obtuvieron la residencia permanente en el país de acogida. Ya no cuentan como refugiadas, pero hay que distinguir cada situación; no es lo mismo un regreso voluntario como los recientes en Siria que lo que se está ocurriendo con los afganos en Pakistán e Irán, que no es voluntario, ni digno, ni duradero”, denuncia.

Barrachina se refiere a la decisión de los gobiernos de ambos países de devolver a los refugiados de esta nacionalidad, de los que casi 10 millones están fuera del país: 780.000 afganos han regresado en lo que va de año, pero al menos 351.000 fueron deportados a la fuerza, según los datos de Acnur.

La experta explica que las previsiones se basan en la evolución de los conflictos armados actuales, pues estos y el rosario de violencias que conllevan son la principal causa de los desplazamientos forzados de población. La guerra en Sudán, la invasión rusa de Ucrania, el terrorismo en el Sahel o la ofensiva israelí en Gaza son los principales causantes.

Según el informe publicado este jueves, lo que pase durante el resto de 2025 dependerá de la dinámica de algunas situaciones clave. Esto incluye si es posible lograr la paz, o al menos el cese de los combates, en particular en la República Democrática del Congo, Sudán y Ucrania; si la situación en Sudán del Sur no se deteriora aún más; si mejoran las condiciones para el retorno, en particular en Afganistán y Siria, y cuán grave será el impacto de los actuales recortes de financiación en la capacidad para hacer frente a las situaciones de desplazamiento forzado en todo el mundo. Barrachina da una idea de la situación: “Tenemos el doble de refugiados que hace una década, pero Acnur tiene casi la misa financiación que entonces”.

También las políticas de acogida de migrantes y refugiados de la Unión Europea y de Estados Unidos pueden suponer un salvavidas o una condena para millones de personas. La istración de Donald Trump no entregó los datos correspondientes al último semestre de 2024, por lo que Acnur solo tiene información hasta julio de ese año sobre lo que pasa en EE UU y no han podido evaluar si las políticas del nuevo presidente Donald Trump han tenido algún impacto.

EE UU, el que más solicitudes de asilo recibe

Pero el endurecimiento de las redadas contra migrantes, también contra solicitantes de asilo, y el aumento de deportaciones forzosas desde que el republicano llegó a la Casa Blanca el pasado enero pueden influir en que se mantenga la tendencia a la baja en el número de refugiados. De momento, el programa mundial de reasentamiento, que el año pasado logró una cifra récord de 188.000 personas reubicadas (la mejor en 40 años, según Acnur) ha quedado casi extinto tras la salida de EE UU, un país que, por otra parte, es el que recibe más solicitudes de asilo: 729.100 en 2024.

También influyen las futuras decisiones de la Unión Europea y sus Estados , muchos de ellos con nuevos gobiernos proclives a endurecer sus políticas de migración y asilo. Según la oficina estadística comunitaria (Eurostat), el año pasado se emitieron 939.985 decisiones sobre solicitudes de asilo en los Veintisiete que, en total, otorgaron el estatus de protección a 437.900 individuos. En su mayoría, a sirios, afganos y venezolanos. Es la cifra más alta desde 2017, pero aun así se acogió a menos de la mitad de quienes lo pidieron.

El caso de Siria

Yasmine al Saleh es una de las ciudadanas sirias que sobrevivió a Rukban. Pasó nueve años allí y allí dio a luz a sus dos hijas. Aunque su casa de Al Qaryatayn, en el este de la provincia siria de Homs, ha sufrido daños durante su ausencia, dice que su felicidad es indescriptible. “Aunque nuestra casa está destruida, no tenemos dinero, pasamos hambre, tenemos deudas, mi esposo es mayor y no puede trabajar, y tengo hijos, aun así, es un castillo en el aire”, le contaba entre lágrimas la semana pasada a un periodista de la agencia Associated Press.

En el caso de Al Saleh, la lectura es positiva, porque otra parte de los retornos se debe a que más personas han podido regresar a casa voluntariamente porque las razones que les llevaron a huir han desaparecido. Y aquí el ejemplo más claro es Siria, pues la caída del régimen de Bachar el Asad en diciembre pasado, tras 14 años de guerra, ha espoleado el deseo de 13,8 millones de ciudadanos de volver a su país.

Yasmine Al Saleh limpia unos cacharros junto a sus hijas, Aya (izquierda) y Nour, después de que su familia y ella regresaran a su hogar en Al Qaryatayn el pasado 3 de junio.

No obstante, este incipiente retorno —1,4 millones de personas, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM)— no significa en ningún caso que los problemas se hayan solucionado. Por eso, Acnur insiste en que es prematuro siquiera pensar en retirar la protección concedida a los refugiados de esta nacionalidad o congelar sus solicitudes, como ya intentaron hacer Alemania, Francia, el Reino Unido y otros países europeos días después del derrocamiento del dictador sirio.

“Siria necesita una reconstrucción casi total. Estamos pidiendo a los países que albergan refugiados sirios que mantengan la protección porque Siria no está aún en condiciones de recibir a todos sus refugiados”, aduce Barrachina.

Una brecha de un millón de personas

Barrachina enumera también otra serie de razones por las que se ha podido producir esta disminución en el número de refugiados. “Estamos viviendo un momento muy delicado para los actores humanitarios y para las personas desplazadas. Hay mucha volatilidad política y a la vez una multiplicidad de conflictos sobre los que una serie de actores deberían ponerse de acuerdo para encontrar soluciones, pero no lo hacen, sumado a una disminución alarmante de la financiación de la ayuda humanitaria”, sostiene la portavoz de Acnur.

La falta de datos por parte de algunos países, no solo EE UU, también Rusia, entre otros, les lleva a creer que en el mundo debe haber alrededor de un millón más de desplazados y refugiados de lo que ahora se sabe. También influyen los movimientos muy volátiles de la población desplazada interna.

En Sudán, el país con la mayor crisis de refugiados del mundo (casi 12 millones de personas fuera de sus hogares), se produjo un retorno significativo a finales de 2024 porque la situación estaba un poco más calmada, pero el repunte de la violencia en Darfur de inicios de año volvió a provocar una huida masiva.

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Sobre la firma

Lola Hierro
Periodista de la sección de Internacional, está especializada en migraciones, derechos humanos y desarrollo. Trabaja en EL PAÍS desde 2013 y ha desempeñado la mayor parte de su trabajo en África subsahariana. Sus reportajes han recibido diversos galardones y es autora del libro ‘El tiempo detenido y otras historias de África’.
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